EL DIOS DE JOHANNES DE SILENTIO
Manuel Iván Urbina Santafé
CUADERNO 1:
EN EL JARDÍN
Soy el Dios de Johannes de Silentio[1].
Gracias a mí deambula
derrochando ironía.
Y soy coautor de sus iniquidades.
E. C.
Un tiempo más
(…) y todo este combate
habrá llegado a su fin.
Brorson. Salmos.
EPITAFIO DE SÖREN KIERKEGAARD.
Assistenz kirkegard, Copenhague.
REVELACIÓN
Vas por una calle mediana, Y de repente Dios te señala con una fusta de bronce, Qué debo hacer, lloriqueas, Hay prostitutas por todo el lugar, Presentas luego el cadáver de un ángel, Lo cansaste la noche entera, Qué debo hacer, Lo arrastras en el basurero para revelar su rostro en carboncillo, para incluirlo en el cuaderno de monedas perdidas, Orgulloso esperas el latigazo,
La tarde te repugna, Pero la vas a perder, Todo se ocultará, Estás llegando a casa.
ES MEJOR
¿Por qué le hacen eco los estambres cuando la paloma golpetea en la rama para no caer?
Es preferible el dolor, Es mejor así que de otras maneras que ignora, Chilla una lucha breve y un salpicar de alas en el follaje, Se le une una muchacha de plumas, Avanza decidida tras una taza de café,
Se asusta la semilla en ese estruendo invisible, El árbol tiene prisa por devenir en otros,
Es preferible cuidar una herida,
Es mejor que esperar.
SUMARIO DEL JARDÍN
La flor planea apalabrar una abeja con el único argumento de su perfume,
El cardenal sobre el muro intuye que sería libre si todo lo encendiera, si del recuerdo olvidara el peso,
La flor del agua rompe los élitros y señala un vuelo nacido y perdido,
Los cuerpos de la lluvia no pueden esperar, Sus alas transparentes, agónico gesto de los danzantes, se aferran al color de las frutas,
Una sombra dulce cita a las aves con el tornasol de la herida.
SEDUCTOR EN SU DIARIO
Criatura y perpetrador de su poeta, su barca fue avistada junto a un mar blanco, Debió arrearle el corpiño de una muchacha, Pero se ocupó de unos vientos estúpidos, de unos artificios que harían gritar al bosque mudo,
Ahí está el Norte, capitán, Aliméntalo con tus pocos años, Siempre ha estado vacío, Nadie desea navegar cerca de unos pechos azules, En realidad,
Un ladrón se espía el alma, Llama Tenebroso y Corrompido a su pozo palpitante, Condenado al infinito, Su cadáver no abandona el libro, Ordena al temblor del mundo que venga a la vida,
Salta entre los versos como una mancha, Lastimoso equilibrio de sus erratas.
EL DIOS VIVO
Puede ser terrible caer en manos del Dios vivo, Johannes lo sabe, No caer, Sino lanzarse, Ser escogido para un empujón brutal, ¿Quién podría dar el paso? Será elegido un pez que ya se ahoga entre el cordaje, Se pierde una criatura que nadie cambiaría por un volcán o un tallo de hierba, Aunque verde,
¿Ese gasto, triste en su orgullo, le complace a Dios? ¿Esas monedas que nunca se atesoran, Horas que se consumen en la apariencia de la fiesta, en el disfraz donde el fin acecha?
Olvidar de la caída incluso el día, El nombre, No ser dueño de ese gesto, Lanzarse en brazos, Y [ya] no saber nada.
REGINE DIVISADA EN EL BOSQUE
Una rama ha crecido sin cielo que lo advierta, Imita en su avance los nudos del agua y el tejido de los meandros, Sus volúmenes celebran o pretenden alargar estos días escasos,
O un árbol ha crecido,
Bien puede dirigir las manos hacia sus flores, Ensaya a quemarse cuando la savia aún lo inunda,
O una brizna ha crecido,
Lucha por remontar en la llanura fétida que el sol mira compasivo, pues se sabe culpable de su angustia y su locura,
De vez en cuando un ave viene a la vida desde su boca, Está hecha de luz impronunciable, Silencio que guarda a sus criaturas para que florezcan,
Así árbol que grita y dirige al fuego que lo borra, Y lo alienta.
¿VOLVERÁ?
¿La mariposa lastimada volverá a titilar junto a la hoja, Tendrá unas horas más para el fingimiento de flor en que ha derrochado el día?
Todo el polvo de cielo y bosques, atesorado en su arcón quebradizo y transparente, Toda belleza y galanura, Toda intimidad y poesía han dimitido en calidad de mancha en el tiempo, Similar al viento inútil de amadores y asesinos.
DE LO QUE PERVIVE
Puede venir Caín a confesarme un desatino, No tendría qué objetar, El reo está delante de mí, Jugos del universo lo alimentan, Los descendientes del depredador reciclan los restos de sus víctimas,
Pueden prestarme una lanza y nombrarme redentor, Encenderme el odio en sus fiestas, Azuzar al justo que me espía, El corazón henchido de algún amor violento,
No levantaré la mano,
Es un ángel anciano y tiembla en mi presencia, Soy su creación, A qué escamotearle la gratitud debida, No tengo menos vida que una antorcha, Mi adelfa florece, obscena, entre los gatos.
QUIETUD
No se mueven las hojas grandes que en otros días imitaron a las cometas enloquecidas, Las hojas menudas se contienen para no seguir la risa de papel y cañas,
Sin viento, el colibrí se ha detenido en el borde de la hondura que es su hogar, En peligro en la ventana que da al mundo,
Sólo se escucha el aleteo del corazón de Regine,
Y le responde el corazón del ave, Ése que un antiguo poeta llamó el más pequeño prisionero, Siempre aferrado al viento, Siempre en vuelo.
EL INICIO DE TODO ESTO
Cuál es la Patria, Si hay un país de lo inasible, Cuál la estación de regreso, Y los brazos que han de sostenerme en el vértigo del triunfo que tanto temo,
No se distinguen en la ventana las ramas habitadas por animales leves, Las paredes que debo tantear en la vejez, Lazarillos de esos días infames,
Cuál es la nación que llameaba, El inicio de todo esto, Dónde los padres hermosos que ya no recuerdo, El fin de este esfuerzo, El silencio.
ENSALMO
Dame un ensalmo inútil para repetir, Una hondura de espanto para fijar mis pensamientos, Protégeme de las buenas razones y de mi acacia florecida entre piedras espinosas, Su gracia acostumbra ofender a los hambrientos,
Sálvame de la mañana, Pasea desnuda, O usa trajes verdes, A veces silba un poco, Siempre miente,
No permitas que mi jardín esté aseado, Pronto se sumaría un canto déspota, Una letanía de mi cosecha a las patrias del vómito,
Que siempre confunda la palabra que viene con la herrumbre de un hacha,
No dejes que vuelva con los bienaventurados, Dame un hedor que me cure de sus monstruosidades, Un rostro verdadero que los aterrorice,
Guárdame en una calle sin ventanas, soy muy débil, Clausura sin piedad cualquier hendija, Me llena de ilusiones casi todo.
[1] Johannes de Silentio, seudónimo con el cual el filósofo Sören Kierkegaard publicó Temor y temblor, libro destacado dentro de una obra intensa y profunda que abrió las puertas al existencialismo. Su melancolía lo llevó a abandonar a su prometida Regine Olsen −sin motivo aparente−, experiencia que aparece con frecuencia en los 20 libros escritos en menos de 14 años, contados desde la ruptura hasta su muerte a la edad de 42 años.